Hipódromo El bragadense se impuso en el clásico de la especialidad en una jornada sin precedentes, pero exitosa, donde además hubo carreras cuadreras y corridas de sortijas.
Resabios de prácticas morunas de "antique", que acamparon en los campos americanos -a través de las influencias españolas- y se arraigaron de tal modo que aún se hallan vigentes en prácticas gauchescas actuales. Son las pruebas de riendas, un verdadero espectáculo, deleitable espectáculo que pudo comprobarse por aquellos que se acercaron al hipódromo de 25 de Mayo el pasado domingo para disfrutar de una popular fiesta coordinada por Walter Ravettino y organizada por el Jockey Club que, con los caballos como protagonistas, desparramó destrezas en la llanura veinticinqueña, ya que además de las pruebas de riendas hubo carreras cuadreras y de sortijas.
Proliferaron desde la mañana hasta pasado el mediodía las pruebas de riendas o carreras con obstáculos o de tambores que, más allá de convocar a una importante cantidad de espectadores que se acercaron de ciudades vecinas –además de un muy buen número de veinticinqueños-, lanzaron a la pista a una variada cantidad de jinetes, hombres hechos y criollos y hasta algunos jovencitos sin sombra e´ barba. Cada uno, trabajando en equipo con su caballo, trató de eliminar a su ocasional rival en las sucesivas etapas de la prueba, hasta llegar a las finales.
Resabios de prácticas morunas de "antique", que acamparon en los campos americanos -a través de las influencias españolas- y se arraigaron de tal modo que aún se hallan vigentes en prácticas gauchescas actuales. Son las pruebas de riendas, un verdadero espectáculo, deleitable espectáculo que pudo comprobarse por aquellos que se acercaron al hipódromo de 25 de Mayo el pasado domingo para disfrutar de una popular fiesta coordinada por Walter Ravettino y organizada por el Jockey Club que, con los caballos como protagonistas, desparramó destrezas en la llanura veinticinqueña, ya que además de las pruebas de riendas hubo carreras cuadreras y de sortijas.
Proliferaron desde la mañana hasta pasado el mediodía las pruebas de riendas o carreras con obstáculos o de tambores que, más allá de convocar a una importante cantidad de espectadores que se acercaron de ciudades vecinas –además de un muy buen número de veinticinqueños-, lanzaron a la pista a una variada cantidad de jinetes, hombres hechos y criollos y hasta algunos jovencitos sin sombra e´ barba. Cada uno, trabajando en equipo con su caballo, trató de eliminar a su ocasional rival en las sucesivas etapas de la prueba, hasta llegar a las finales.
